Todo el día ha sido un poco como el que ha pasado la gata Lola.
He dormido, he salido a correr, he comido muy bien. Incluso he trabajado un poco (algunas cosas pendientes nada más, poco rato). He puesto una lavadora de jerseys, pasado el aspirador por la alfombra (¿cómo es posible que se ensucie tanto?) y todavía me queda una tarde de disfrute.
Puede ser que lea un rato (sigo inmersa en la dramática historia de Jane Eyre y Mr. Rochester), que vea la tele, que me amodorre en el sofá, que me ponga una mascarilla en la cara, me haga las uñas o importune al marido que está tranquilamente sentado a mi lado viendo una serie en el portátil...
¡Quién sabe! La tarde es joven.
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