He escrito "dejar" refiriéndome a los malos pensamientos, y esa es una de las claves. De lo primero que aprendí en terapia es que cada uno de nosotros puede decidir cómo sentirse. La vida ya te da por saco lo suficiente, pero somos nosotros los que podemos sentirnos mal o bien con lo que nos pasa. ¿Cómo? estaréis pensando, hay veces en los que te sientes mal y punto. ¿Y si se te muere un familiar? ¿Te echan del trabajo? ¿Una amiga te traiciona?
Todas esas razones son válidas y muy lícitas para sentirnos tristes y mal. No me refiero a eso. Me es difícil explicarlo. Hay muchas cosas que nos pasan que no podemos controlar. No tenemos el control de ese compañero que te critica por la espalda, o de cuando el jefe paga su mal humor con nosotros. No podemos controlar al vecino que hace ruido hasta las 12 de la noche, o el coche que se salta el semáforo y encima nos grita cuando íbamos a cruzar.
Pero sí que podemos controlar cómo nos sentimos ante lo que nos ocurre. Podemos decidir sentirnos bien o mal. Podemos pensar que no tenemos la culpa y seguir adelante, buscar una solución al problema, reírnos de nosotros mismos. Que no nos afecte, o no más de lo que debería, en definitiva.
Así que desde hace dos años me he convertido en una pesimista disfrazada de optimista. Yo, que siempre he sido de las que lo malo que le ocurría conseguía estropearte un día, que me preocupo por todo, en exceso y por adelantado. He conseguido relativizar lo que me pasa, y mirar al futuro y el presente con otros ojos. Vamos, que ya no me ahogo en un vaso de agua.
Otra cosa que he aprendido es la de ser más consciente del tipo de pensamientos que pululan por mi cabeza a lo largo del día. Ahora sé identificar los que me hacen daño, los que no me sientan bien y pararlos. Pero no sólo pararlos, sino que también sustituirlos por otros más apropiados, menos dañinos.
Las mujeres somos muy dadas a ser muy exigentes con nosotras mismas. Tenemos que trabajar, tener la casa impecable, los niños los más guapos, los más listos, acudir a todas las reuniones, salir con las amigas y además cuidarnos, hacer ejercicio, cocinar cenas de restaurante para veinte, etc. Esto es demasiado. Y da mucha pereza tanta perfección, ¿no? Puede ser que aquí hable un poco la envidia ante tanta súper mujer que hay por ahí, pero... qué pereza tener que ir arreglada hasta para hacer la compra, ¿no? ;)
Yo no soy ninguna súper mujer, ni tampoco quiero serlo. Quiero sentirme bien conmigo misma, aceptarme como soy, con mis limitaciones.
Todavía tengo mucho trabajo por hacer, no está todo el camino andado. Y aunque todavía hay días que me paso la teoría por el forro y que me quedo tumbada en el sofá con mi tableta de chocolate (70% cacao, que todo el mundo sabe que el chocolate negro es mejor ;) ), cada vez lo llevo mejor.
Lo que no me mata me hace más fuerte.
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